domingo, 28 de septiembre de 2008

JPI

[Carta escrita por Jesús de Heras Muelas, luego del fallecimiento de Juan Pablo I. Hoy se cumplen 30 años que este Siervo de Dios nos dejó y quise publicar esa carta. Es mi papa favorito porque se hizo mi amigo con su sonrisa :) ... y bueno si quieren conocer más de él YO escribiré en el Santoral sobre su vida... disfruten de la carta]

Querido Juan Pablo I, Ilustrísimo Señor:

Estoy leyendo tu “Ilustrísimos señores”, ¿sabes? Y a medida que paso las páginas y leo las cartas siento una gran emoción, una inmensa alegría y un enorme agradecimiento. Y también unas tremendas ganas de emularte y de dirigirte hoy a ti una carta. Además te escribo el día de la solemnidad de Todos los Santos… Luego te diré.

Una muerte imposible

¿Y qué contarte ahora, Ilustrísimo señor, querido y efímero Papa de la sonrisa? Bueno, te podría decir, en primer lugar, que nos diste un gran disgusto cuando nos abandonaste, tendido en el lecho, sonriente, y en espera del alba. Yo no me lo podía creer al día siguiente.
-- “¿Cómo que se ha muerto el Papa? Eso fue el mes pasado”, le dije a mi madre cuando al levantarme me dio la noticia.
Sí, tú muerte me parecía imposible, absurda. Incluso pensé que cómo Dios había podido tolerarlo. Ya sabes: cuando las cosas no salen como nosotros queremos, le preguntamos a Dios los por qué.
Y es que eras apenas Pedro, apenas una esperanza, apenas una sonrisa, apenas un mes, apenas unas cuantas alocuciones y catequesis –eso sí, sobre todo, catequesis: se te veía madera de extraordinario catequista-, apenas, apenas… y ya habías logrado cautivarnos a todos.
Tu historia en el pontificado estaba empezando a escribirse con trazos de esperanza, de sencillez y de alegría. Nos las prometíamos felices. Pero tú te fuiste, casi, casi como llegaste: quedamente, de sorpresa, de puntillas y con una sonrisa a flor de labios que iluminaba –cuenta- tu rostro y ponía alegría y alegría en el corazón de los hombres en medio de la desolación.

Un gorrión en la última rama del árbol

Se nos había muerto el Papa de la sonrisa. El Papa que escribía a Pinocho y a Jesús; el Papa que habló de que Dios es padre y madre a la vez; el Papa que decía de sí mismo que era como un pobre gorrión que, en la última rama del árbol, no hace más que piar, diciendo algún que otro pensamiento sobre temas complejísimo. Y ese eras tú; antes Albino Luciani, ahora Juan Pablo I. Y tú había marchado
También te podría decir que la Iglesia quedó más huérfana que nunca, más triste que nunca. Que a todos se nos congeló la sangre. Y que todos tardamos un poco más de lo habitual en hacer cábalas y poner y quitar pétalos a la inevitable “rosa de los Papables”. También hubo quien habló de tu muerte y dijo cosas raras, más absurdas todavía. Y en el fondo de los corazones había dolor, había tristeza, mientras que tú, con su sonrisa postrera, nos hablabas de todo ello de fe, de esperanza, de amor… De sonrisa.
Y te enterraron. Fue el día de San Francisco de Asís, el 4 de octubre. No podía ser otra fecha: el patrono de los sencillos y los humildes que guiaba así a la Casa del Padre. El “poverello”, tu “poverello”, el de la hermana vida y el de la hermana muerte, el del hermano sol y la hermana luna, el hermano mayor de los humildes, tu hermano, pues, querido Juan Pablo I, Pedro apenas.
Y te enterraron, sí. Aquel día llovía sobre Roma. El día que te eligieron Papa, la tarde del sábado 26 de agosto, era un día luminoso, como lo fue la mañana del domingo 3 de septiembre, en que comenzabas tu ministerio en la Plaza de San Pedro de Roma. ¿Qué pensarías el 26 de agosto, el 3 de septiembre? ¿Qué pensarías? ¿Qué pensarías en la noche del jueves 28 de septiembre cuando llegó tu hora? Sonreías.

La Iglesia vuelve a sonreír

Y los días pasaron. Las fechas se acercaban. Los nombres de tus posibles sucesores comenzaron a sonar. La vida no se detiene. Se buscaba un pastor que supiera sonreír, esperar y amar como tú. El 14 de octubre los cardenales se reunieron, de nuevo, en cónclave. Dos días después, a las 18,18 horas, una bocanada de aire puro y blanco surcaba el cielo de Roma. ¡Habemus Papam! Media hora después el nombre de la persona que era y que sería: Cardenal Karol Wojtyla, Papa Juan Pablo II. Pasadas las siete y cuarto, más o menos a la misma hora de tu elección mes y medio antes, aparecía en el balcón central de la basílica vaticana el nuevo Papa. Saludaba y bendecía al mundo. También sonreía, aun preso de la conmoción fruto de la elección. Ya tenías sucesor. Ya teníamos Papa.
Y quizás nos olvidamos de ti. El ritmo acelerado de la actualidad y de la vida parecía reclamarlo, aun cuando siempre quedaba la duda: ¿Por qué? ¿Por qué dos elecciones papales en mes y medio? ¿Está diciéndonos algo el Señor? Dios siempre habla. Y nos olvidamos de ti, aunque a algunos les dio por la martingala de hacer cábalas sobre tu muerte… En cualquier caso, ¿sabes?, Juan Pablo II también sonreía, esperaba, amaba y llenaba el corazón de alegría.

Al paraíso


Y hoy, querido Juan Pablo I, leyendo tus cartas, mi pensamiento se vuelve a ti. Además –ya te lo dije antes- hoy 1 de noviembre de 1978. Ya habrías cumplido 66 años. Ahora lo cumples en el cielo. Porque hoy, 1 de noviembre, solemnidad de Todos los Santos, es tu fiesta. Seguro.
Y es que, Ilustrísimo señor, querido Juan Pablo I, apenas Pedro, a ti se puede aplicar aquello que cuentas en la página 186 de tu libro. Es la carta que diriges a Santa Teresita de Lisieux. Trata de un irlandés que estaba dudando ante su salvación y cuando se presentó a Cristo y le trajo el bagaje de su vida, el Señor le dijo:

-- “… estaba triste, decaído, postrado, y tu viniste a verme y me contaste unos chistes que me hicieron reír y me devolvieron el ánimo. ¡Al paraíso!”.

Pues eso, querido Juan Pablo I, ilustrísimo señor, durante al menos treinta y tres días le diste a este mundo nuestro, tantas veces triste y decaído, esperanza, alegría y… un sonrisa. ¡Al paraíso!
Acabo ya. Pero me permíteme una petición: qué no te olvides de nosotros y que la proyección de tu sonrisa y de tu esperanza siga iluminando nuestro corazón y nuestros caminos.
Jesús de Heras Muelas, periodista

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Septiembre 23, Santo Padre Pio de Pietrelcina

Soy mexicana, Leticia, médico de profesión.

Como la mayoría de los médicos un tanto escéptica en los temas de milagros. En el mes de julio iniciamos mi familia y yo (mis padres, mi hermano con retraso psicomotor y mi hija) un viaje de vacaciones por Europa para celebrar los 50 años de casados de mis padres. Después de 16 días de viaje, visitando Fátima, Lourdes, París, etc. Llegamos a Florencia y precisamente ahí se puso gravísimo mi padre.Fue intervenido de Urgencia en tres ocasiones por una trombosis mesentérica, presentó datos de septicemia, edema agudo pulmonar, insuficiencia respiratoria, datos de daño renal y síndrome compartamental abdominal en el Nuevo hospédale San Giovanni di Dio de Scandicci Italiua.

Estuvo 15 días en terapia intensiva, intubado, con sondas y venoclisis por todos lados, con la herida abierta, etc, al grado que los médicos nos dijeron que las posibilidades de sobrevivir eran menores del 5%. Estuvimos un mes en Florencia y durante la estancia en el Hospital, en 4 ocasiones, en los momentos más difíciles de mi familia pues era cuando nos dijeron que lo iban a operar, que pasaba a Terapia, que estaba muy mal y cuando se empezó a recuperar, se presento con nosotros un viejecito, vestido de médico, siempre dándonos esperanza, mucha confianza con unos ojos llenos de dulzura y compasión. Diciéndonos que todo iba a estar bien, que tuviéramos mucha fe, pues Dios estaba con mi padre, la última vez que lo vimos, salió de Terapia Intensiva para decirnos que todo iba muy bien y que mi padre estaba recuperándose, que ya no llorará mi mamá pues toda su familia iba a regresar sana y salva a su país, que era la última vez que lo veíamos, pero que todo iba a estar bien.

Una semana antes de que fuera dado de alta mi papá, quisimos darle las gracias al médico que nos dio aliento y esperanza en un momento tan difícil y sobre todo, que estábamos solas, lejos de nuestro país y cual fue nuestra sorpresa que dicho médico no trabajaba en el hospital, al darle las características a uno de los enfermeros se mostró sorprendido y nos enseñó una imagen del Padre Pio de Petrelchina y cual fue nuestro asombro pues era el mismo que nos había dado esperanza y apoyo en los momentos más difíciles. Los médicos, se asombraron de la fuerza de voluntad y confianza de todos nosotros en decir que mi padre iba a estar bien, pero sobre todo, de la recuperación milagrosa de mi Padre.

Es importante mencionar que ninguno de mi familia conocía o había escuchado hablar del Padre Pío... ya no soy tan escéptica... estoy segura que el Padre Pío estuvo con nosotros, llevándonos la esperanza y el amor de nuestro señor Jesuscristo. Gracias a nuestra Fe, amor y unión familiar el Señor estuvo con nosotros a través de la presencia del Padre Pío. Gracias a eso, mi Padre pudo regresar con nosotros vivo y sano a México y gracias a eso, conocimos el Amor del Padre y aprendí que los caminos del señor son inescrutables.


Leticia
2008


martes, 23 de septiembre de 2008

CREES QUE TU CRUZ ES MUY PESADA?





















Entonces dijo Jesús a sus discípulos: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue su cruz y me siga.”” Mt. 16, 24

Carga la cruz que te ha tocado llevar en este camino, cárgala y abrázala con amor como así lo hizo Jesús cuando se dirigía al monte Calvario pues a pesar del cansancio, del dolor causado por la flagelación, por la coronación de espinas, la cargó hasta que no pudo más, se levantó tras cada día pensando solamente en ti, en tu salvación, en tu felicidad, en tu vida eterna.
Y muchas veces nosotros no somos capaces de soportar el peso de nuestra cruz, que sin duda es menos pesada que la que cargó Cristo.
Dios te ayudará a cargar esa cruz pro no le pidas que te la cambie pues cada cruz de nuestra vida, tiene una razón de ser...

Tu cruz es la cruz que Dios escogió para ti, no reniegues de ella, agradece por la bendición de tener una que te hará acercarte a los pies de Jesús y ser cada día más parecido a Él!

sábado, 20 de septiembre de 2008

jueves, 18 de septiembre de 2008

Cómo va tu conversión????

La conversión a Dios, es hacer que mueras tú mismo, con tus gustos, tus apegos, tus pecados, para que Dios pueda vivir en ti.

Mucho se dice sobre la conversión, pues es fundamental en el camino del verdadero católico, que aspira llegar a la santidad.


Convertirse a Cristo, hacerse cristiano quiere decir recibir un corazón de carne, un corazón sensible a la pasión y al sufrimiento de los demás. -Benedicto XVI.

La conversión es cambio de vida fruto de un encuentro con Jesucristo que nos lleva a ver la vida centrada en El y ordenada en la moral. La conversión es una gracia de Dios otorgada por los méritos de la redención de Cristo que murió en la cruz para reconciliarnos con el Padre. La conversión es esencial para ser discípulos de Cristo y salvarnos.

No lo dejes para mañana
San Agustín retaba a los paganos que retrasaban su conversión con semejantes palabras: ‘Si ya lo has pensado, si ya lo tienes decidido, ¿a qué esperar? Hoy es el día, ahora mismo; no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy’. Dejarlo para luego es exponerse a dar marcha atrás; no todos los días estás decidido, no a toda hora estás preparado para este paso’.

Al demonio le encanta ilusionar a la gente y engañarla con la conversión de mañana; a Dios le gustan las cosas hoy y ahora: Hoy es el día de la conversión. “Hoy, si escucháis su voz, no endurezcáis el corazón”.

Creo que ahora es importante que pienses en tu conversión pero en una conversión radical, con la convicción y la coherencia de amar a Dios por sobre todas las cosas, que serías capaz de entregarte a Él por completo y entregarle cada espacio de tu vida.

Aquí dejamos una canción para que te ayude a darte cuenta de lo importante que ha sido, es y será Dios en toda tu vida.

domingo, 14 de septiembre de 2008

MAGDALENA DE NAGASAKI

Akí les escribimos con más detalle la biografía de Magdalena de Nagasaki de la cual se comentó en la charla del sábado

Magdalena de Nagasaki, Santa
Mártir, 15 Octubre

Magdalena de Nagasaki, SantaHija de nobles y fervientes cristianos, nació en 1611 en las proximidades de la ciudad japonesa de Nagasaki. Refieren fuentes antiguas que era una mujer hermosa y de delicada constitución. Por su fe católica, sus padres y hermanos habían sido condenados a muerte y martirizados cuando ella todavía era muy joven.


En 1624, conoció a dos agustinos recoletos, los padres Francisco de Jesús y Vicente de san Antonio, llegados al Japón unos meses antes. Atraída por la profunda espiritualidad de ambos misioneros, se consagró a Dios como “terciaria” agustina recoleta. Desde aquel momento, su vestido de gala fue el hábito de terciaria, y su mayor solicitud la oración, la lectura de libros religiosos y el apostolado.

Los tiempos eran difíciles. La persecución que arreciaba contra los cristianos era cada día más sistemática y cruel. Magdalena enseñaba el catecismo a los niños y pedía limosna a los comerciantes portugueses a favor de los pobres. En 1629, se refugió con los padres Franciso y Vicente y varios centenares de cristianos en las montañas de Nagasaki. En noviembre de aquel mismo año, fueron capturados los dos misioneros, y ella permaneció escondida, soportando con serena alegría sufrimientos y estrecheces. Infundía valor para mantenerse firmes en la fe, animaba a cuantos por temor o debilidad habían renegado de Cristo, visitaba a los enfermos, bautizaba a los recién nacidos y para todos tenía una palabra de aliento.

En vista de los frecuentes apostasías de cristianos aterrorizados por las torturas a que eran sometidos y deseosa de unirse para siempre a Cristo, Magdalena decidió desafiar a los tiranos. Vestida con su hábito de terciaria, en septiembre de 1634, se presentó ante los jueces. Llevaba consigo un pequeño fardo llenos de libros religiosos para rezar y leer en la cárcel. Ni las promesas de un matrimonio ventajoso ni las torturas consiguieron doblegar su voluntad. A primeros de octubre, fue sometida al tormento de la “forca” o “fossa”. Suspendida por los pies, con la cabeza y el pecho introducidos en una cavidad cubierta con tablas para hacer aún más difícil la respiración, la valiente joven invocaba durante el martirio los nombres de Jesús y de María, y cantaba himnos al Señor. Resistió trece días en este tormento, hasta que una noche una fuerte lluvia inundó la fosa y la mártir se ahogó. Los verdugos quemaron su cuerpo y esparcieron las cenizas en el mar para que los cristianos no conservaran reliquias suyas.Beatificada en 1981, fue canonizada por Juan Pablo II el 18 de octubre de 1987 junto a otros 15 mártires en Japón.

jueves, 4 de septiembre de 2008

CONVERSIÓN es encuentro con Cristo que no se explica con psicología, dice el Papa

El Papa Benedicto XVI señaló en la Audiencia General de hoy que el Cristianismo no es una nueva filosofía ni una nueva moral; y que la conversión del cristiano solo puede explicarse en el encuentro de la persona concreta con Jesucristo; y no a través de categorías psicológicas, así como lo hizo San Pablo.

El Pontífice comentó luego que al referirse al hecho que marcó su vida camino a Damasco, "San Pablo no designó sin embargo este evento como una conversión. ¿Por qué? Existen muchas hipótesis, pero creo que el motivo es muy claro: esta transformación de su vida no fue fruto de un proceso psicológico, de una maduración o una evolución intelectual y moral sino fruto del encuentro con Cristo Jesús".

"Esta renovación de Pablo no se puede explicar de otro modo; los análisis psicológicos no pueden aclarar y resolver el problema; solo el evento, el encuentro fuerte con Cristo, es la clave para entender qué sucedió"

Benedicto XVI afirmó que "el segundo tipo de fuente son las mismas cartas de San Pablo", que "nunca habló sobre los detalles de este evento, porque quizá pensaba que todos conocían su historia esencial, todos sabían que se había transformado de perseguidor en Apóstol ferviente de Cristo, fruto no de una propia reflexión, sino de un evento fuerte, un encuentro con el Resucitado".

Dirigiéndose a los miles de peregrinos presentes en el Aula Pablo VI, Benedicto XVI señaló además que aunque Cristo "no se muestre a nosotros de ese modo irresistible y luminoso como a Pablo para hacerlo apóstol de todas las gentes", también podemos encontrarlo "en la lectura de la Sagrada Escritura, en la ooración, en la vida litúrgica de la Iglesia tocar el corazón de Cristo y sentir que Cristo toca nuestro corazón. Y solo en esta relación personal con Cristo, solo en este encuentro con el Resucitado, somos realmente cristianos".

lunes, 1 de septiembre de 2008

Pa Que Entiendan La Encuesta De Esta Semana



Una nueva canción que aprendimos en el VI Encuentro de Communio

El es el que hacer el sol brillar
Y en el cielo la luna salir
Es que con sus manos hizo las estrellas.

El es el que me hace cantar
El es el que me hace soñar
Y el que me hace sonreír y ser feliz.

Cristo es mi súper héroe
Mi amigo el mejor
Cristo es mi súper héroe
Mi amigo es el mejor.

Yeee Yeee Yeee Yeee Yeee Yeee Mejor que Spiderman
Yeee Yeee Yeee Yeee Yeee Yeee Mejor que Superman
Yeee Yeee Yeee Yeee Yeee Yeee Mejor que Batman
Yeee Yeee Yeee Yeee Yeee Yeee Mejor que TODOS.

Yeee Yeee Yeee Yeee Yeee Yeee Mejor que Yu Gi Oh!
Yeee Yeee Yeee Yeee Yeee Yeee Mejor que Barnie
Yeee Yeee Yeee Yeee Yeee Yeee Mejor que Dragon Ball
Yeee Yeee Yeee Yeee Yeee Yeee Mejor que TODOS.

LA GRAN COMUNIDAD DE UEXTO


Este fin de semana en el retiro agustino, los coordis aprendimos lo importante que es vivir en comunidad, vivir el amor del Señor entre todos y darnos cuenta de lo importante que somos en esta gran familia con Diosito a la cabeza.

En UEXTO no deben existir barreras, ni equipos que nos distingan, somos un sólo corazón con un sólo objetivo y movidos por un sólo Espíritu.
Tienes el privilegio de pertenecer a la familia de Dios.
"Por lo tanto, ustedes ya no son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios"- Efesios 2:19
Cuando Dios te hizo nacer de nuevo, no solamente lo recibiste como tu Padre, sino que también iniciaste una nueva relación con muchos hermanos y hermanas espirituales; aquellos que como tú, han puesto su fe en el Señor.