[Les ponemos hoy, a propósito de la confirmación, un extracto de una homilía del P. Basilio Méramo (yo tampoco lo conozco) predicada después del evangelio de primer domingo luego de Pascua... presenta ciertos puntos que nos pueden hacer reflexionar como confirmados]
Hoy vemos en el Evangelio cosas sorprendentes, los apóstoles encerrados en el cenáculo, con miedo, con pavor ante los judíos malvados que los querían matar y ellos escondidos; tenían fe, pero una fe débil; no habían sido confirmados en esa fe porque no habían recibido la plenitud del Espíritu Santo. Por eso tenían miedo. Esa es la fe que tenemos nosotros, una fe de timoratos. No era sólida en la gracia, en la plenitud del Espíritu Santo, de la confirmación. ¡Qué vergüenza! Una fe endeble. Deberíamos tener una fe fortalecida, como de confirmados, pero hay una claudicación en la confirmación de la fe.
Y vemos que después, cuando los apóstoles fueron confirmados, salió San Pedro y ya no tenía miedo, tampoco los otros apóstoles temían ni a los judíos ni a nadie. Esto nos sirve de ejemplo, porque si los apóstoles tuvieron miedo, cuánto más nosotros que somos más insignificantes que ellos; de ahí la necesidad de recordarlo para mantenernos firmes y fieles como le dice Nuestro Señor al incrédulo Santo Tomás: "¿Si no metes tu dedo en mi llaga, no crees?". ¡Qué cabeza dura! Es decir, si no veo, si no palpo no creo; el mismo que antes de la captura de Nuestro Señor había dicho que había que ir a Jerusalén y morir con El. Qué valiente fue; quizás en gracia de eso Nuestro Señor le perdonó y le dijo ocho días después "mete tu mano en mi costado y no seas incrédulo, sino creyente".
Y él reconoció allí la divinidad de Nuestro Señor e hizo una proclamación de fe: "Señor mío y Dios mío". Esta misma proclamación la debemos hacer nosotros cada día para no perder la esencia de la religión católica que está en Nuestro Señor y de un modo único y exclusivo como lo dice la epístola de hoy, como lo dice el Evangelio de hoy, y que es la condenación de los protestantes, ellos que solamente hablan de las Escrituras y este Evangelio les da de bofetones a ellos que se creen sabios y que son brutos e ignorantes, que convencen a gentes más brutas y más ignorantes que ellos, como dice el dicho "católico ignorante, seguro protestante".
Hoy vemos en el Evangelio cosas sorprendentes, los apóstoles encerrados en el cenáculo, con miedo, con pavor ante los judíos malvados que los querían matar y ellos escondidos; tenían fe, pero una fe débil; no habían sido confirmados en esa fe porque no habían recibido la plenitud del Espíritu Santo. Por eso tenían miedo. Esa es la fe que tenemos nosotros, una fe de timoratos. No era sólida en la gracia, en la plenitud del Espíritu Santo, de la confirmación. ¡Qué vergüenza! Una fe endeble. Deberíamos tener una fe fortalecida, como de confirmados, pero hay una claudicación en la confirmación de la fe.
Y vemos que después, cuando los apóstoles fueron confirmados, salió San Pedro y ya no tenía miedo, tampoco los otros apóstoles temían ni a los judíos ni a nadie. Esto nos sirve de ejemplo, porque si los apóstoles tuvieron miedo, cuánto más nosotros que somos más insignificantes que ellos; de ahí la necesidad de recordarlo para mantenernos firmes y fieles como le dice Nuestro Señor al incrédulo Santo Tomás: "¿Si no metes tu dedo en mi llaga, no crees?". ¡Qué cabeza dura! Es decir, si no veo, si no palpo no creo; el mismo que antes de la captura de Nuestro Señor había dicho que había que ir a Jerusalén y morir con El. Qué valiente fue; quizás en gracia de eso Nuestro Señor le perdonó y le dijo ocho días después "mete tu mano en mi costado y no seas incrédulo, sino creyente".
Y él reconoció allí la divinidad de Nuestro Señor e hizo una proclamación de fe: "Señor mío y Dios mío". Esta misma proclamación la debemos hacer nosotros cada día para no perder la esencia de la religión católica que está en Nuestro Señor y de un modo único y exclusivo como lo dice la epístola de hoy, como lo dice el Evangelio de hoy, y que es la condenación de los protestantes, ellos que solamente hablan de las Escrituras y este Evangelio les da de bofetones a ellos que se creen sabios y que son brutos e ignorantes, que convencen a gentes más brutas y más ignorantes que ellos, como dice el dicho "católico ignorante, seguro protestante".